Si hay un
postre que vale la pena hacer en porciones individuales, desde mi punto de
vista, ese es la Pavlova. ¿Por qué? Porque si hacemos una sola Pavlova grande,
al cortarla en porciones acabamos poniendo en cada plato una mezcla de
ingredientes que parecen haber sido atropellados por un camión. En porciones
individuales, aunque no dejan de tener un aspecto un poco desordenado,
conservan la forma que hayamos sido capaces de darles y se verán más bonitas.
En cualquier caso, no deja de ser un postre de esos que son ideales para
quienes no son capaces de que les quede un plato ordenado, recogido, simétrico
y con una forma definida, ya que, por muy redonda que nos haya quedado la base
de merengue, al ponerle por encima la crema y las frutas, pierde totalmente la
simetría, y esa es precisamente la gracia del plato… a parte de su sabor… en
serio, la primera vez que oí hablar de este postre australiano y me enteré de
que estaba hecho, pensé que estaría bien, pero no sería espectacular. Hasta que
lo probé… y quedé totalmente prendada. Además no es muy complicado de hacer,
solo necesita que tengamos una buena batidora y mucha paciencia con el horno,
como siempre que se hacen merengues.
Ingredientes
para el merengue:
4 claras de
huevo
½ cuchara
pequeña de crémor tártaro
225 g de
azúcar
2 cucharas
grandes de maizena
1 cuchara
grande de vinagre de vino
Ingredientes
para la crema:
100 g de
queso para untar (tipo Philadelphia)
200 g de nata (35% de
materia grasa)
2
cucharas grandes de azúcar
1 cuchara
pequeña de vainilla líquida o en pasta
Ingredientes
para las fresas:
200 g de
fresas
2 cucharas grandes
de azúcar
4 cucharas grandes
de vinagre de Módena
Preparación:
Comenzamos
por lavar y cortar las fresas en dados, para ponerlas a macerar en un cuenco
con el azúcar y el vinagre de Módena mientras hacemos el merengue. Quienes no
hayan tomado nunca fresas con vinagre pensarán que me he vuelto loca, pero
quienes las hayan probado sabrán que el vinagre mejora el sabor de las fresas
un 100%.
Por otra parte ponemos en la batidora las claras de huevo junto con el
crémor tártaro, que sirve para dar estabilidad a las claras. Batimos hasta
alcanzar el punto de nieve, momento en el cual, sin dejar de batir, añadimos
poco a poco el azúcar. Cuando todo el azúcar se haya disuelto, agregamos la maizena
y el vinagre de vino y batimos durante 1 minuto más. Ponemos el merengue en una
manga pastelera y hacemos círculos de unos 6 o 7 cm de diámetro sobre una
lámina de silicona (o sobre papel para hornear). Con estas cantidades nos
saldrán 6 círculos. Si queremos también podemos hacer un solo disco grande de
merengue para hacer una sola Pavlova normal. En cualquier caso, horneamos el merengue
a 100º C durante unas 2 horas… por eso os decía que teníamos que tener
paciencia. Los merengues necesitan mucho tiempo en el horno a baja temperatura.
Además, una vez hayan pasado las 2 horas, apagaremos el horno dejando nuestros
merengues dentro hasta que estén completamente fríos.
Entonces
preparamos la crema, para lo cual ponemos el queso y el azúcar en la batidora y
mezclamos un poco. Añadimos la nata muy fría (esto es importante para que la
nata monte bien) y batimos hasta que tenga una buena consistencia. Añadimos la
vainilla y ya podemos disponer la crema sobre el merengue frio, ya sea con una
manga con boquilla, o simplemente con una cuchara, para que tenga ese aspecto
desordenado típico de este postre. Por último coronamos con las fresas maceradas.
Obviamente este postre puede hacerse con otras frutas, de hecho es más normal
hacerlo con frutos rojos, como frambuesas, arándanos, grosellas o moras, pero
con fresas me parece sublime y en nuestras latitudes son más fáciles de
encontrar y más económicas. Por favor, probadlo, es delicioso!
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