jueves, 30 de octubre de 2014

Dulces de Halloween



Estoy segura de que todos habéis visto ya montones de ideas con las que hacer dulces para Halloween (no se por qué ahora tenemos que celebrar tantas fiestas ajenas, pero mientras se trate de celebrar, y además con dulces, no voy a quejarme). Algunas de ellas son fáciles, otras complicadas, algunas deliciosas, otras de dudoso gusto, pero todo el mundo se ha apuntado al carro de hacer monstruos, fantasmas, arañas y brujas. Y no voy a ser menos, de hecho me apunto con dos ideas en un mismo post: cupcakes y cakepops, que ya que estamos con una fiesta anglosajona, pues dulces anglosajones!

  
















Y no voy a daros una receta propiamente dicha, ya que podemos hacerlos más o menos complicados, dependiendo de las habilidades y las ganas que tengamos, pero lo importante es que puede hacerse incluso sin haber horneado nada. Me explico: para mis cakepops, yo he utilizado un bizcocho de fresa, casero of course, y una crema de mantequilla de fresa, también casera, porque sí, porque me gusta.



Pero podría haber utilizado un bizcocho normalito comprado en el supermercado y un tarro de crema de chocolate con avellanas, de dulce de leche, de mascarpone, o de buttercream comprada (que ahora también la encontramos hasta en el super). Por eso no pondré receta del bizcocho ni la crema, porque pueden hacerse con cualquiera, y eso es importante que lo tengamos muy en cuenta; depende de nuestros gustos, nuestras habilidades y nuestras ganas de cocinar. Lo mismo con los cupcakes, podéis hacerlos siguiendo alguna de las recetas que encontraréis en este blog, o en cualquier otro sitio, o comprar un paquete de preparado para cupcakes comercial.
 



Empezaremos con los cakepops, para lo cual troceamos el bizcocho con las manos hasta hacerlo migas. Añadimos la crema de nuestra elección para hacer con él una masa que podamos moldear con las manos. Y no pongo cantidades, porque dependen de lo húmedo que sea nuestro bizcocho y del tipo de crema que elijamos. Debemos ir añadiendo la crema poco a poco hasta que veamos que formamos una pasta que ni se desmigaja por falta de humedad, ni se nos queda pegada a las manos por exceso de ella. Hacemos unas bolitas de la masa, del tamaño de una pelota de golf, más o menos, y las enfriamos en la nevera para que queden firmes.


Fundimos un poco de chocolate (yo utilicé chocolate blanco, pero puede ser el que más os guste) y para evitar que nuestros pops caigan del palito y rueden por toda la cocina lo primero que haremos es mojar la punta de cada palito en el chocolate fundido y clavarla en cada bolita… Empiezo a cansarme del diminutivo…Enfriamos hasta que queden bien sujetos y luego continuamos bañando toda la superficie del pop en el chocolate. Escurrimos el exceso dando suaves golpecitos sobre el palito y pinchamos cada palito sobre una base de porexpan, esponja o lo que sea que tengáis donde puedan pincharse y quedarse de pie. Los llevamos a la nevera y dejamos que se vuelvan a enfriar hasta que el chocolate esté firme.



Ahora ya podemos decorarlos. Para hacer los fantasmas utilicé un poco de fondant blanco y otro poco de negro y aunque la palabra fondant pueda asustaros os aseguro que, de verdad, esto pueden hacerlo los niños. Y además ahora venden fondant hasta en el supermercado!!!! En fin, estiramos un poco de fondant blanco con un rodillo (o si sois tan poco cocinillas que no tenéis ni rodillo, con una botella) y cortamos con un cuchillo un disco de más o menos 10 cm de diámetro pero irregular, es decir, que no vayáis corriendo a buscar el compás, que no os hará ninguna falta, quedará mejor si no es perfecto. Colocamos el “casicírculo” de fondant blanco sobre un cakepop como si fuera la sábana del fantasma y lo mismo hacemos con cada uno de los pops. Finalmente hacemos pequeñas bolitas de fondant negro y las aplastamos para que parezcan los ojos.

 
Para los cupcakes, una vez los tenemos horneados, los dejamos enfriar y los cubrimos con la crema de nuestra elección, teñida de violeta, que es más “jalogüinero”. Entonces recurrimos una vez más al fondant para decorarlos. Para hacer los gorros de brujas cortamos un disco de fondant negro para la base y hacemos un cono con más fondant negro para el cuerpo del sombrero. Le doblamos un poco la punta y con un poquito de fondant amarillo hacemos la hebilla.


















Para las calabazas, hacemos bolitas de fondant naranja, las aplastamos un poco y con una esteca (o en su defecto, un palillo) les marcamos las estrías propias de la calabaza. Finalmente con fondant verde hacemos los pedúnculos y zarcillos. Pegamos todo, lo ponemos sobre los cupcakes y ya está. Happy Halloween!

martes, 28 de octubre de 2014

Panellets

El más tradicional de los dulces de todos los santos en Cataluña, son los panellets.
 


Existen múltiples recetas para elaborarlos; algunas con patata, otras con boniato y otras sin ninguna de las dos cosas. Estos me los enseñó a hacer una amiga durante mi época de estudiante (o sea, hace siglos!!!) y siempre, siempre salen bien, son deliciosos, mantienen la forma que les damos (he visto recetas de “chefs” que llevan tanto tubérculo que al hornearlos quedan con aspecto de galleta: chafados), no se les caen los piñones y si los guardamos en un frasco hermético duran unos cuantos días… aunque no sabría decir cuántos, porque, por muchos que haga, en casa vuelan!

 


Ingredientes:
400 g de azúcar
400 g de almendra  molida
150 g de patata
La piel de 1 limón rallada
2 huevos
maizena
piñones, coco rallado, almendra en granillo, cacao en polvo, café, membrillo…



Preparación:
Para empezar, he de explicar a quien no conozca muy bien este dulce, que la última línea de los ingredientes, en la que os pongo todo un batiburrillo y sin cantidades, tiene su razón de ser en que pueden hacerse de diferentes sabores. Los más tradicionales, que le gustan a todo el mundo y que no pueden faltar, son los de piñones, así que haremos la receta como si todos fueran de piñones y luego os explico las variedades. Por cierto, como veis, yo he hecho de piñones, de almendra en granillo y de coco, porque son los que más nos gustan.



Comenzamos por hervir la patata con piel, pelarla, triturarla y dejarla enfriar. Cuando esté fría, unimos la patata con el azúcar, la almendra molida y la piel de limón rallada y trabajamos con las manos hasta que se forme una masa. Con ella vamos haciendo bolitas y para poder engancharles los piñones y que luego no se caigan, las pasamos en primer lugar por maizena, como si las rebozáramos, sacudiendo bien el exceso de harina. Después las pasamos por la clara de huevo, que hará las veces de “pegamento” para que no se nos caigan los piñones. Por último enganchamos los piñones, generosamente, por toda la superficie de las bolitas. Finalmente pintamos nuestros panellets con la yema del huevo, con la ayuda de un pincel de cocina, y los disponemos sobre papel de hornear en una bandeja de horno para cocerlos a 200º C durante unos 7 u 8 minutos, lo justo para que los piñones tomen un color dorado.



Los de almendra en granillo se hacen exactamente igual, solo que enganchando almendra en lugar de piñones, y para hacerlos diferentes yo les doy forma de bastón en lugar de bolitas. Los de café o los de chocolate, se hacen agregando una cuchara pequeña de alguno de los dos a la masa básica, se forman las bolitas y se hornean tal cual, sin cubrirlos. Los de membrillo se hacen formando bolitas con la masa original y poniéndoles luego un cuadradito de membrillo en el centro antes de hornearlos. De igual manera se pueden hacer poniéndoles una cereza en almíbar, o una almendra entera.

Para los de coco mezclamos la masa con coco rallado en una proporción 1/1 en volumen (atención, en volumen, no en peso, que sería demasiado coco). Mezclamos bien, hacemos conitos, o la forma que queramos, y al igual que los de piñones los pasamos primero por maizena y luego por clara de huevo para engancharles finalmente más coco rallado por toda la superficie. Estos no necesitan pintarse con yema antes de hornear (aunque se les suele poner un pequeño puntito).



Probadlos, seáis de donde seáis, porque son deliciosos, no solo en esta época del año, sino en cualquier momento. Y aunque lo suyo sea acompañarlos de una copita de  moscatel, también resultan estupendos para acompañar un buen café.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Pastel de uva



Si queremos hacer un pastel diferente, con un sabor y una textura que nos sorprendan, que nos sirva tanto para una merienda sencilla (sin ponerle adornos), como para una ocasión un poco más especial (vistiéndolo con la ayuda de la manga pastelera), esta es nuestra receta.



Porque aquí lo veis muy vestido, pero este pastel también puede disfrutarse “desnudo”, es decir, sin cobertura, sobre todo si lo queremos solo para una merienda.
Ingredientes para el bizcocho de uva:
200 g de uvas
1 Yogur natural (125 g)
200 g de mantequilla
3 huevos
2 cucharas pequeñas de impulsor
220 g de azúcar
180 g de harina
¼ cuchara pequeña de canela molida
Ingredientes para la confitura de uva:
400 g de uvas
160 g de azúcar
2 cucharas grandes de agua



Preparación:
Comenzamos por pelar y quitar las pepitas a las uvas. Las troceamos y las reservamos. Batimos el azúcar con la mantequilla, agregamos los huevos y el yogur y continuamos batiendo. Añadimos la harina, el impulsor y la canela y batimos a una velocidad más baja hasta integrar. Por último incorporamos las uvas. Horneamos, en un molde engrasado,  a 180ª C durante unos 40 o 45 minutos, hasta que al introducir un palillo en el bizcocho este salga seco. Desmoldamos y dejamos enfriar sobre una rejilla.
Para preparar la confitura pelamos y quitamos las pepitas a las uvas. Ponemos en una olla el azúcar y el agua y llevamos a ebullición. En el momento en el que rompe el hervor, añadimos las uvas, y las mantenemos hirviendo durante 30 minutos.  Dejamos enfriar. 
 



Una vez tengamos fríos tanto el bizcocho como la confitura, abrimos el bizcocho en dos capas (o si os atrevéis tres capas) y rellenamos con la confitura. Podemos dejarlo desnudo, pero yo lo quería para una ocasión más importante y para que quede más presentable lo cubrí con una crema de mantequilla, de la que tenéis la receta aquí, solo que no le pondremos la pasta de fruta (o se la pondremos de uva) y en su lugar podemos ponerle un poco de colorante. Adornamos con unas uvas enteras, para que no quede duda del sabor del pastel, y a disfrutar!

jueves, 16 de octubre de 2014

Pastel de ángel




Este post podría llamarse pastel de ángel, angel food cake, o también, “el pastel al que no le hacen justicia las fotos” ya que es delicioso, superesponjoso y delicado, pero tiene un aspecto demasiado simple, que parece ocultar, en lugar de resaltar, todas sus virtudes. Para muestra un botón:
 

El caso es que hace unos días tuve el gusto de estar presente en una demostración que ofreció Bea Roque, de “El Rincón de Bea”, en la que hizo un angel food cake. He de confesar que yo nunca había hecho ninguno y que salí de la demostración sin ser capaz de pensar en nada más que en ponerle remedio a esta carencia en mi experiencia culinaria. Pero había una cosa que me mosqueaba: según mi tocaya (y probablemente según todos los sabios de la repostería), éste bizcocho debe hacerse en un molde especial, que solo sirve para hacer este bizcocho y para nada más. Y no vale otro molde. El susodicho, por si no lo conocéis, es este:


Y eso me mosqueaba, en primer lugar porque ya no tengo más sitio para más moldes en mi cocina. En segundo lugar porque me da rabia comprar cacharros que solo utilizo un par de veces a lo largo de un período larguísimo (no estoy comiendo dulces todos los días, aunque pueda parecerlo). Y en tercer lugar porque, ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? ¿Alguien se inventó este molde y luego ideó una receta que preparar en él? ¿O alguien ideó esta receta y se dio cuenta que necesitaba inventar este molde para hacerla? La lógica me dice que las primeras veces deben haber hecho el angel food cake en algún otro tipo de molde y que teniendo en cuenta sus características, fueron diseñando el molde idóneo, que debía tener un agujero central, ser fácil de desmoldar y tener la opción de poner a enfriar el pastel sin desmoldar y boca abajo. El último punto es fácil, se pone sobre una rejilla, con molde y todo. Los dos anteriores son más complicados, pero no imposibles. Y estas fotos lo demuestran. Utilicé un molde viejísimo, con forma de rosca al que le tengo mucho cariño, porque era de mi madre y salió perfecto. Así que os animo a intentarlo, rebuscad entre los cacharros viejos, que seguro que encontráis alguno que os valga y valdrá la pena porque es un bizcocho tan tierno, esponjoso y delicado que querréis desayunar con él todos los días. Y si no encontráis ningún molde apropiado, comprad el susodicho, que el bizcocho lo vale. Reproduzco aquí la receta de Bea Roque.
 

Ingredientes:
9 claras de huevo (podéis comprarlas pasteurizadas, para no desperdiciar las yemas)
1 cuchara pequeña de sal
½ cuchara pequeña de crémor tártaro
1 cuchara pequeña de vainilla
200 g de azúcar
125 g de harina tamizada
Preparación:
Como podéis ver por los ingredientes, este bizcocho no lleva ni pizca de grasa y es importante que así sea para que esponje perfectamente. Por ello, mi tocaya limpia con un paño con limón, tanto el robot y las varillas, como el molde que utilizaremos, y yo seguí fielmente sus instrucciones y así lo hice. Empezamos por batir las claras con la sal y el crémor tártaro a velocidad baja y luego un poco más alta, hasta que blanqueen y tengan burbujas pequeñas. No deben alcanzar el punto de nieve, solo aguantarse cuando sacamos las varillas del recipiente del robot. Agregamos el azúcar, poco a poco, a cucharadas. Bajará un poco las claras, pero seguimos batiendo hasta que queden firmes. Añadimos la vainilla, o cualquier otro aromatizante que no tenga grasa, yo pienso probarlo en mi segundo intento con aroma de limón. En el mismo robot, pero muy lentamente añadimos la mitad de la harina, y una vez integrada añadimos el resto a mano y mezclando de forma envolvente.

 
Ponemos la masa en el molde sin engrasar (muy importante) y horneamos a 180º hasta que al pincharlo con un palillo veamos que está cocido, pero cuidado, un angel cake debe ser blanco, así que no debe dorarse. No os pongo tiempo, porque depende mucho del molde que utilicéis; en el famoso molde idóneo serían unos 45 minutos. Retiramos del horno e inmediatamente ponemos el molde boca abajo sobre una rejilla (o sobre las patitas del molde que me quita el sueño), para dejarlo enfriar así durante 1 hora. Pasada esa hora desmoldamos pasando un cuchillo o una espátula por los bordes del molde y dejamos que se acabe de enfriar por completo sobre una rejilla.



Para comerlo lo cortamos con un cuchillo de sierra y lo disfrutamos solo o con el acompañamiento que más nos guste… yo voy a por el tarro de dulce de leche…