miércoles, 24 de junio de 2015

Tarta de Ricotta






Sé que si a este post le pusiese un título como “cheesecake de vainilla y limón” tendría mucho más éxito que poniéndole tarta de ricotta. Y aunque una tarta de ricotta, obviamente es un cheesecake, me niego a ponerle ese título solo por una cuestión de marketing. Los que alguna vez la hayáis probado sabéis que es una tarta que no necesita marketing para venderse; los que no, tendréis que confiar en mí, hacerla, probarla y constatar que es deliciosa. Esta receta lleva en mi familia toda la vida, y como toda receta antigua, alguna vez ha sufrido algún vano intento de ser modificada. Concretamente, hubo un tiempo en que en España nadie sabía lo que era la ricotta y por supuesto no se encontraba en los comercios ni por error. Así que tuvimos alguna que otra tentativa de substituirla por mató o por queso de Burgos… ni lo intentéis!!! La gracia de esta receta es que el relleno es muy fino y delicado, mientras que el mató lo deja rugoso y mucho más aún el queso de Burgos. Así que, no vale substituir la ricotta por otro queso… aunque no la vendan en todos los supermercados, hoy en día es mucho más fácil de encontrar que hace 20 años atrás.



Ingredientes:
Para la masa:
300 g de harina
2 cucharas pequeñas de impulsor
125 g de mantequilla
100 g de azúcar
2 cucharas grandes de leche
1 huevo
1 yema
Para el relleno:
500 g de queso ricotta
1 cuchara grande de maizena
150 g de azúcar
1 huevo
2 yemas
1 cuchara pequeña de vainilla líquida o en pasta
la piel rallada de un limón
Para decorar:
azúcar glasé
Preparación:
Comenzamos por elaborar la masa uniendo la mantequilla con el azúcar, hasta que quede integrada. Podemos hacerlo en un robot, pero si no lo tenemos, también puede hacerse a mano. Añadimos el huevo, la yema y la leche. Unimos bien y finalmente agregamos la harina tamizada y el impulsor y amasamos, pero no mucho, solo lo justo para que queden todos los ingredientes perfectamente integrados y la masa tenga un aspecto liso, ni muy blanda ni muy consistente. La dejamos descansar 30 minutos en la nevera.



Mientras tanto preparamos el relleno, para lo cual, batimos ligeramente el huevo y las yemas, batimos un poco la ricotta y simplemente unimos todos los ingredientes, hasta tener una pasta fluida y homogénea. Y pasamos a montar la tarta, para lo cual dividimos la masa en dos y estirando una de las mitades con un rodillo, cubrimos una tartera de 26 cm de diámetro. No os engañaré, esta masa no es fácil de manipular, pero vale la pena porque es muy sabrosa. Para facilitaros la faena, siempre podéis estirarla sobre un trozo de papel para hornear, o sobre una placa de silicona, que os permita luego traspasarla fácilmente a la tartera.  Cubrimos la masa con el relleno y tapamos con la otra mitad de la masa estirada. Cerramos bien los bordes para que no se escape el relleno al hornear y si queremos decoramos la superficie con los restos de masa (como veis, yo le puse una hojitas cortadas con un cortapastas), aunque esto no es necesario.



Horneamos a 180º C durante unos 50 minutos, momento en el que tendrá ya la superficie perfectamente dorada. Dejamos enfriar un par de horas a temperatura ambiente y luego en la nevera un mínimo de 6 horas. Si queremos podemos desmoldarla; si la hacemos en una tartera bonita, no es necesario, pero lo que sí pide siempre esta tarta es que la espolvoreemos con un poco de azúcar glasé, y que la tomemos bien fría.


jueves, 18 de junio de 2015

Triffle



Antes de que se acabe la temporada de fresas, no podía faltarnos un postre en el que se luzcan. Si además se trata de un postre fácil de preparar, fresco y muy apetecible, no hay excusa para no hacernos con una caja de fresas y ponernos a montar estas deliciosas copas, con este postre tan británico. Por supuesto, esta es mi versión, fácil y a mi gusto… seguramente habrá quien diga que el triffle original es diferente. Seguramente tenga razón. Pero eso no quita que éste sea bueno, bonito y sabroso, así que allá vamos.


Para 6 copas
Ingredientes:
400 g de nata
200 g queso de untar (tipo Philadelphia)
40 g de azúcar
1 cuchara pequeña de vainilla líquida
1 Kg de fresas
1 bizcocho (casero o comprado, el que sepáis hacer, el que más os guste)
1 copita de oporto
1 sobre de gelatina de fresas


Preparación:
En primer lugar, preparamos la gelatina, siguiendo las instrucciones del fabricante y la ponemos a enfriar en la nevera en una fuente cuadrada o rectangular, para poder luego, cuando haya solidificado, cortarla en cuadraditos. Si nos decidimos por hacer el bizcocho nosotr@s mism@s, tenemos que ponernos a hornear. En este caso yo utilicé el mismo bizcocho que os enseñé al hacer el tronco de navidad , solo que después de hornearlo lo dejé enfriar sin enrollar. Escogí éste porque necesitamos cortar discos de bizcocho del diámetro de nuestras copas pero de apenas 1 cm de alto, y hacer una plancha grande y fina de bizcocho me facilita la tarea.


Pero podemos hacer cualquier bizcocho, el que sepamos hacer, el que nos guste. Uno de esos de los que se venden en los supermercados las mezclas para hacer rápidamente, uno que compremos ya horneado, o incluso los restos de uno que hayamos usado para otra preparación. Solo tenemos que cortarlos en capas delgadas y con un cortapastas redondo de un diámetro un poco inferior al de las copas que vayamos a utilizar cortar 12 discos para las 6 copas. Fijaros bien en la forma de vuestras copas: las que normalmente se usan para los triffles son completamente cilíndricas, es decir que tienen el mismo diámetro tanto en el fondo como en el borde de la copa. Las mías no, así que corté 6 discos pequeños para poner en el fondo y 6 grandes para poner a mitad de la copa; es un factor a tener en cuenta. Por otra parte lavamos las fresas y las cortamos por la mitad, reservando unas pocas enteras para decorar.


Además preparamos la crema, para lo que montamos la nata con el azúcar. No hace falta que quede muy firme, solo que comience a tomar consistencia. Entonces añadimos el queso para untar y seguimos batiendo hasta que nos quede una crema firme, que aromatizamos con la vainilla. Y finalmente montamos las copas: comenzamos por poner un disco de bizcocho en el fondo. Ayudándonos con un pincel de silicona lo mojamos con un poco de oporto. También podríamos usar jerez, o si este postre lo van a tomar niños, mojarlo con un poco de almíbar o zumo de naranjas. Disponemos las mitades de fresa, acomodándolas para que se vean bonitas a través del cristal. Por cierto, además de fresas podrían utilizarse otras frutas; las más tradicionales, por supuesto son las frambuesas, moras, grosellas, arándanos… Cubrimos con un poco de crema y algunos cuadraditos de gelatina. Ponemos la segunda capa de bizcocho y la mojamos. Disponemos una segunda capa de fresas, el resto de la crema y el resto de la gelatina. Finalmente adornamos con las fresas que habíamos dejado enteras.
 


A este postre le va muy bien pasar unas horas en la nevera antes de consumirlo, para que adquiera aún mejor sabor. ¿A que es fácil? ¡Venga, todos a hacerlo!

sábado, 13 de junio de 2015

Galletas de Comunión 2da parte




Hace más o menos un año os enseñamos a hacer unas galletas de comunión que a todo el mundo le gustan. Pero es cierto que requieren de tiempo, paciencia y un poco de habilidad para trabajar el fondant. Las que os traigo hoy son mucho más fáciles de hacer, y por eso me ha parecido que valía la pena enseñarlas. La receta de galletas es la misma y para cortarlas utilizamos un molde con forma de libro. Una vez tenemos las galletas horneadas y frías, estiramos fondant blanco con el rodillo y lo cortamos utilizando el mismo molde con el que hicimos las galletas. Cubrimos cada galleta con el fondant adhiriéndolo con un poco de pegamento comestible o con un poco de glasé. Después colocamos sobre cada galleta una impresión comestible, en papel de azúcar con el dibujo o la leyenda que queramos.


Para ello recortamos el papel de azúcar con unas tijeras (limpias, por supuesto, no valen las que usan los niños para hacer manualidades), dándole la misma forma del libro pero más pequeña, y la pegamos sobre el fondant con un poco de pegamento comestible o con unas gotas de agua aplicadas con un pincel. Y finalmente marcamos las hojas con un rotulador de tinta comestible para que tenga el aspecto de un libro abierto. También podríamos marcar las hojas con un poco de glasé y una manga pastelera, pero se trata de hacerlas fáciles ¿no? Por supuesto, con papel de azúcar podríamos hacer cualquier otro motivo, y si este ocupa toda la superficie de la galleta, no necesitamos ponerle una primera capa de fondant, sino que enganchamos el papel comestible directamente sobre la galleta.



¡Y ya está! ¿Os parece un post muy corto? ¿No os he dado ninguna receta nueva? Cierto, pero quizás tras este post alguien de entre vosotr@s se arme de valor y se decida a hacer galletas decoradas, porque todo el “trabajo artístico” lo hacemos al ordenador, diseñando el dibujo que queremos ponerle a la galleta. Después es solo cortar y pegar. Y además hoy en día podemos hacer impresiones comestibles en cualquier tienda especializada. Resultan un poco más caras que decorar las galletas con glasé o con fondant, pero nos simplifica mucho la tarea. ¡Venga, animaros!

viernes, 5 de junio de 2015

Pastel de Bodas de Oro



Unas bodas de oro no se cumplen todos los días. Ni tampoco llegan a cumplirlas todas las parejas. Por eso vale la pena celebrarlas, y no hay celebración que se precie que no cuente con un bonito pastel. En este caso nos decidimos por un pastel adornado con perlas en el piso superior y con pétalos en el inferior. Puede que os recuerde un poco al pastel con volantes (o ruffle cake) y de hecho la técnica para hacerlo es similar, pero no exactamente igual. Así que os la explico, por si os animáis a intentarlo.





Una vez tenemos hechos los bizcochos, los rellenamos con la crema de nuestra elección (en este caso chocolate blanco con frambuesas, mmmm…) y los cubrimos con fondant del color más claro de los que hayamos elegido.
En este caso escogimos 4 tonos desde el marfil hasta el marrón chocolate con leche. Al revés de lo que hacíamos con el pastel de volantes, comenzamos a cubrirlo con los pétalos desde abajo, donde pondremos el color más oscuro, y pasamos gradualmente de abajo a arriba hasta el color más claro.
Para ello estiramos lo más fino que podamos sin que se rompa un trozo de fondant y lo cortamos con un cortante para flores. Con una esteca de bolillo afinamos aún más los bordes de los pétalos, los plegamos un poco y con un poco de pegamento comestible o de agua los adherimos al pastel, uno junto a otro, sin dejar espacios.
No hace falta que quede una forma muy concreta y definida, ni que queden todas las “flores” iguales, es más, el efecto es más interesante cuando no se distinguen. De hecho, una vez completamos toda una fila de flores, podemos llenar los huecos que nos queden con pétalos sueltos, para que quede cubierto todo el pastel.
Para la altura de este pastel (10 cm) necesitamos 4 filas de flores, una de cada color, así que repetimos el proceso con cada uno de ellos. Al llegar al borde superior, continuamos cubriendo el pastel con más pétalos hasta llegar a la base del segundo piso, que adornamos intercalando perlas del mismo color marfil con un discreto estampado de estrellitas. Para coronar el pastel hicimos “algo parecido a una flor” (porque, para que engañarnos, una flor no es), con los mismos 3 colores más claros.
Espero que os guste, y sobre todo espero que la feliz pareja cumpla muchos, muchos años más juntos.