Tengo el blog un poco
abandonado últimamente… y es que hace calor, por lo que ni apetece encender el
horno, ni tenemos muchas ganas de comer otra cosa que no sean ensaladas y
fruta. Pero de hacer picnic sí. De hacer picnic tenemos ganas porque el buen
tiempo invita a estirar un mantel sobre la hierba y compartir una comida
relajada con amigos. Y aunque a todos nos encante la tortilla de patatas, la
ensalada de pasta y los bocadillos de chorizo, llevar una tarta a un picnic
siempre queda bien y nos permite variar el menú, porque dentro de una tarta
podemos poner casi cualquier cosa. La que os propongo hoy lleva mató (aunque
vale cualquier tipo de queso fresco, requesón o ricotta), espinacas y un poco
de paté de jamón para darle un toque más sabroso, aunque los vegetarianos
podéis simplemente omitirlo. La masa tiene
la particularidad de que la pondremos en dos capas, tanto de base como de
cobertura. Lógicamente solo con dos capas no será hojaldrada, pero será un poco
diferente, porque las capas interiores quedan más húmedas por efecto del
relleno y las externas más crujientes.
Ingredientes para la masa:
350 g de harina
2 cucharas grandes de aceite
de oliva
70 g de mantequilla a
temperatura ambiente
2 cucharas pequeñas de sal
1 cuchara pequeña de impulsor
1 huevo grande
3 cucharas grandes de agua
Ingredientes para el relleno:
250 g de espinacas
1 cebolleta
100 g de paté de jamón
200 g de mató, requesón o
ricotta
3 huevos grandes
3 cucharas grandes de emmenthal
rallado
Sal, nuez moscada y pimienta
negra a gusto
Aceite de oliva
Preparación:
Unimos
todos los ingredientes de la masa con paciencia y agregando solo la cantidad de
agua necesaria para que se forme un bollo, que amasamos ligeramente hasta que
tenga una apariencia homogénea y lisa. Separamos la masa en cuatro partes
iguales y dejamos descansar los cuatro bollos en la nevera, cubiertos con un
paño, aproximadamente durante 1 hora.
Mientras tanto preparamos el relleno,
para lo cual picamos la cebolleta y la pochamos en una sartén con un poco de
aceite de oliva. Cuando esté ligeramente dorada añadimos las espinacas lavadas
y en caso de que sean hojas grandes, ligeramente troceadas (yo las compré de
hoja pequeña, que me gustan más y me ahorré tener que cortarlas). En apenas
unos minutos estarán cocidas, por lo que apartamos de los fogones y dejamos enfriar.
Batimos los huevos, agregamos los quesos, el paté (o no), las espinacas y
condimentamos al gusto. Para montar la tarta estiramos uno de los cuatro bollos
con un rodillo hasta obtener el tamaño de la fuente en la que vayamos a hornear.
Colocamos esta masa en la fuente y la pintamos con un poco de aceite de oliva.
Estiramos otro bollo de masa y lo ponemos sobre el primero. El aceite hará que
ambos trozos de masa se mantengan separados, lo que permite que la capa
inferior se mantenga seca y la interior húmeda, lo que le da una textura
diferente. Colocamos el relleno y tapamos de la misma manera, estirando primero
un bollo, pintándolo con aceite y poniendo luego el cuarto y último bollo de
masa estirada. Ahora recortamos la masa
que sobre por los bordes y los cerramos. Pinchamos la masa superior con un
tenedor para permitir que salgan los vapores durante la cocción. Si estamos
inspirados también podemos decorar la superficie con los restos de masa que nos
han sobrado, aunque por supuesto, no es imprescindible.
Finalmente horneamos a
200 ºC hasta que esté dorada, lo que nos llevará entre 40 y 50 minutos,
dependiendo de cada horno. Puede comerse tibia o fría, tanto en casa como en un
picnic. Que la disfrutéis!
Uno de mis postres favoritos.
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