No es ningún secreto que tengo una obsesión por hacer todo
al horno. Por eso a la hora de hacer empanadillas lo que resultaba más
complicado era encontrar una receta con la que, pese a hacerlas al horno, no
quedasen secas.
Que la masa tuviese ese punto de materia grasa que las hace más
gustosas y que no conseguimos jamás con la masa de empanadillas comprada (me
refiero a la comprada aquí, en España). Con esta masa se consiguen unas
empanadillas muy sabrosas sin necesidad de freír, lo que las hace ideales, por
ejemplo, si las hacemos un día que vienen amigos a casa, porque no tenemos que pasarnos
la velada junto a la sartén o la freidora y aparecer luego oliendo a frito.
Además no son nada complicadas de hacer…
Ingredientes para 30 empanadillas:
500 g
harina
2 cucharas pequeñas de sal
2 huevos + 1 yema para pintar
200 g
de manteca de cerdo
8-10 cucharas grandes de agua templada
Preparación:
Pesamos todos los ingredientes, batimos un poco los huevos y
simplemente unimos todo en un cuenco lo suficientemente grande. Una vez los
ingredientes estén integrados, amasamos durante unos 6 ó 7 minutos. Dejamos
reposar la masa, cubierta con un film transparente, en la nevera durante ½
hora. Ahora procedemos a estirarla, pero no toda de una vez, sino en pequeñas
porciones, hasta dejarla lo más fina posible.
Cortamos los discos con un
cortador de pastas redondo, del tamaño que queramos. A continuación rellenamos
las empanadillas con lo que nos apetezca, en suficiente cantidad para que
disfrutemos su sabor (no hay nada peor que morder una empanadilla y no saber de
que está rellena porque el cocinero fue un poco tacaño y no encontramos más que
aire), pero teniendo cuidado de no poner tanto relleno que no las podamos
cerrar.
Para cerrarlas mojamos con agua y un pincel el borde del disco de masa
y lo doblamos a la mitad. Entonces hay que asegurar la unión de la masa para
que no se abra durante el horneado. Lo más fácil es utilizar un tenedor, como
todo el mundo sabe. Pero os propongo plegar la masa sobre si misma, haciendo
como un cordón, que queda mucho más bonito y sella mejor nuestras empanadillas.
Por último las ponemos sobre una bandeja de horno con papel para hornear (así
evitamos que se enganchen a la bandeja) y las pintamos con yema de huevo. Horneamos
a 200º C hasta que tomen un bonito color dorado y las comemos calientes, que
están más gustosas…
¿Qué? ¿Os parece que esta entrada queda incompleta? Claro,
falta poner algún relleno, ¿no?. Por supuesto que podemos hacerlas de carne, de
pollo, de jamón y queso, de maíz, de cebolla… pero por poneros algo
completamente diferente os propongo hornear unos 300 g calabaza troceada. Picamos
una cebolla y la pochamos suavemente a la sartén con aceite de oliva.
Cuando
esté transparente añadimos a la misma sartén 1 cuchara pequeña de jengibre
fresco rallado y otra de miel y removemos. Añadimos la calabaza y una lata de
maíz bien escurrida. Salpimentamos y añadimos una pizca de cayena y otra de
canela. Y tras dejarlo enfriar, tenemos un relleno diferente y sabroso para
nuestras empanadillas. ¿Mejor así?
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