Los que me
conocéis pensareis que lo normal sería que empezase mi blog preparando algo
dulce. ¡Pero no! Me apetece empezarlo con una declaración de intenciones: No me
limitaré solo a los dulces (aunque seguramente ocupen la mayoría de las
entradas).Y por eso empezamos con un pan.
Y además no es un
pan de esos a los que se les unte mantequilla y mermelada. Es un pan para comer
con sal y aceite de oliva… o con queso… o con tortilla de patatas… o con un
buen jamón… No es difícil, pero requiere tiempo y paciencia, y el resultado
vale la pena.
Ingredientes:
500 g de harina
8 g de levadura fresca
10 g de sal
50 ml de aceite
de oliva
320 ml de agua
25 g de tomates secos
40 g de olivas negras sin hueso
40 g de olivas verdes sin hueso
Sal de ajo
Orégano
Preparación:
En primer lugar
hidratamos los tomates secos, dejándolos reposar en agua tibia durante 1 hora.
Picamos y reservamos. Picamos también las olivas y las reservamos.
Pesamos la harina
(que lo ideal es que sea mitad harina normal, mitad harina de fuerza) y en un
bol grande la unimos a la sal, el aceite de oliva y el agua. Unimos y amasamos
durante unos 10 minutos para activar el gluten. Añadimos ahora la levadura, los
tomates, las olivas, la sal de ajo y el orégano y continuamos amasando para
asegurarnos de repartir los ingredientes de forma uniforme y sobre todo de
integrar perfectamente la levadura. Dejamos reposar la masa en un bol, donde no
haya corrientes de aire, tapada con film o con un plástico hasta que doble su
volumen. Dependiendo de la estación del año, de la temperatura del agua, de la
temperatura que llegue a alcanzar la masa, del tipo de harina, de cómo y cuanto
hayas amasado, de la humedad ambiental y de mil detalles más, este proceso
puede tardar más o menos. En cualquier caso, hay que echarle paciencia, ya que
cuanto más lentamente fermente el pan, mejor sabor tendrá.
Una vez haya doblado su tamaño dividimos la masa en 8 porciones iguales (cortándolas con cuchillo, no hay que estirar nunca la masa de pan con las manos hasta cortarla) y “boleamos”, es decir, les damos forma redonda con la palma de la mano. Esto porque yo quise hacer panecillos, si quisierais hacer un solo pan grande solo tenéis que darle la forma que os apetezca. Dejamos leudar un poco más nuestras bolas de masa, ya directamente sobre la superficie en la que las vayamos a hornear. Mientras tanto, calentamos el horno a 250º C. Antes de meter nuestro pan al horno le hacemos unos cortes finos sobre la superficie. Para esto suele utilizarse un cuchillo especial, que es muy fino, pero si no lo tenemos podemos usar una cuchilla de afeitar (¡que solo uséis para esto, claro está!). En el momento de meterlo en el horno debemos asegurarnos de generar vapor dentro del horno. Para ello, cada uno tiene su truco. Algunos humedecen las paredes con un spray. Otros ponen dentro del horno un cuenco con agua. Y otros echamos una taza de agua sobre el suelo del horno cuando la bandeja con los panes ya está dentro y cerramos inmediatamente la puerta. Necesitarán unos 20 minutos de horneado (y hasta 45 minutos, si hacéis un pan grande), pero en cualquier caso, conviene comprobar su aspecto, su tacto y su color para saber si están listos. Para dejarlos enfriar los pondremos sobre una rejilla y así evitaremos que se humedezcan por debajo.
Teóricamente, estos panes se conservan perfectamente unos 4 o 5 días envueltos en un paño de cocina limpio, aunque no os lo puedo asegurar, porque en mi casa nunca han durado tanto, ¡aunque solo seamos tres, al día siguiente no quedan ni las migas! Y eso es todo, que los disfrutéis.
Ñam, ñam!
ResponderEliminarSi esta te ha gustado, espera a ver la próxima, que nos hace justicia ;)
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