Este post podría llamarse pastel de ángel, angel food cake, o también, “el pastel al que no le hacen justicia las fotos” ya que es delicioso, superesponjoso y delicado, pero tiene un aspecto demasiado simple, que parece ocultar, en lugar de resaltar, todas sus virtudes. Para muestra un botón:
El
caso es que hace unos días tuve el gusto de estar presente en una demostración
que ofreció Bea Roque, de “El Rincón de Bea”, en la que hizo un angel food
cake. He de confesar que yo nunca había hecho ninguno y que salí de la
demostración sin ser capaz de pensar en nada más que en ponerle remedio a esta
carencia en mi experiencia culinaria. Pero había una cosa que me mosqueaba:
según mi tocaya (y probablemente según todos los sabios de la repostería), éste
bizcocho debe hacerse en un molde especial, que solo sirve para hacer este
bizcocho y para nada más. Y no vale otro molde. El susodicho, por si no lo
conocéis, es este:
Y
eso me mosqueaba, en primer lugar porque ya no tengo más sitio para más moldes
en mi cocina. En segundo lugar porque me da rabia comprar cacharros que solo
utilizo un par de veces a lo largo de un período larguísimo (no estoy comiendo
dulces todos los días, aunque pueda parecerlo). Y en tercer lugar porque, ¿qué
fue primero, el huevo o la gallina? ¿Alguien se inventó este molde y luego ideó
una receta que preparar en él? ¿O alguien ideó esta receta y se dio cuenta que
necesitaba inventar este molde para hacerla? La lógica me dice que las primeras
veces deben haber hecho el angel food cake en algún otro tipo de molde y que
teniendo en cuenta sus características, fueron diseñando el molde idóneo, que debía
tener un agujero central, ser fácil de desmoldar y tener la opción de poner a
enfriar el pastel sin desmoldar y boca abajo. El último punto es fácil, se pone
sobre una rejilla, con molde y todo. Los dos anteriores son más complicados,
pero no imposibles. Y estas fotos lo demuestran. Utilicé un molde viejísimo,
con forma de rosca al que le tengo mucho cariño, porque era de mi madre y salió
perfecto. Así que os animo a intentarlo, rebuscad entre los cacharros viejos,
que seguro que encontráis alguno que os valga y valdrá la pena porque es un
bizcocho tan tierno, esponjoso y delicado que querréis desayunar con él todos
los días. Y si no encontráis ningún molde apropiado, comprad el susodicho, que
el bizcocho lo vale. Reproduzco aquí la receta de Bea Roque.
Ingredientes:
9
claras de huevo (podéis comprarlas pasteurizadas, para no desperdiciar las
yemas)
1
cuchara pequeña de sal
½
cuchara pequeña de crémor tártaro
1
cuchara pequeña de vainilla
200
g de azúcar
125
g de harina tamizada
Preparación:
Como
podéis ver por los ingredientes, este bizcocho no lleva ni pizca de grasa y es
importante que así sea para que esponje perfectamente. Por ello, mi tocaya
limpia con un paño con limón, tanto el robot y las varillas, como el molde que
utilizaremos, y yo seguí fielmente sus instrucciones y así lo hice. Empezamos
por batir las claras con la sal y el crémor tártaro a velocidad baja y luego un
poco más alta, hasta que blanqueen y tengan burbujas pequeñas. No deben
alcanzar el punto de nieve, solo aguantarse cuando sacamos las varillas del
recipiente del robot. Agregamos el azúcar, poco a poco, a cucharadas. Bajará un
poco las claras, pero seguimos batiendo hasta que queden firmes. Añadimos la
vainilla, o cualquier otro aromatizante que no tenga grasa, yo pienso probarlo
en mi segundo intento con aroma de limón. En el mismo robot, pero muy
lentamente añadimos la mitad de la harina, y una vez integrada añadimos el
resto a mano y mezclando de forma envolvente.
Ponemos
la masa en el molde sin engrasar (muy importante) y horneamos a 180º hasta que
al pincharlo con un palillo veamos que está cocido, pero cuidado, un angel cake
debe ser blanco, así que no debe dorarse. No os pongo tiempo, porque depende
mucho del molde que utilicéis; en el famoso molde idóneo serían unos 45
minutos. Retiramos del horno e inmediatamente ponemos el molde boca abajo sobre
una rejilla (o sobre las patitas del molde que me quita el sueño), para dejarlo
enfriar así durante 1 hora. Pasada esa hora desmoldamos pasando un cuchillo o
una espátula por los bordes del molde y dejamos que se acabe de enfriar por
completo sobre una rejilla.
Para comerlo lo cortamos con un cuchillo de sierra y lo disfrutamos solo o con el acompañamiento que más nos guste… yo voy a por el tarro de dulce de leche…
Para comerlo lo cortamos con un cuchillo de sierra y lo disfrutamos solo o con el acompañamiento que más nos guste… yo voy a por el tarro de dulce de leche…
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