Hoy
vengo con una entrada corta, sencilla, pero muy resultona: la panna cotta.
Este
suave y delicado postre italiano es tan fácil de preparar que hasta podría
hacerlo un niño y se prepara en un plis plas (más lo que tarda en cuajar en la
nevera), pero tiene una textura tan delicada, y combinado con el melocotón y la
naranja resulta tan agradable, que nadie puede resistirse.
Ingredientes:
600 ml de nata 35% de materia grasa
600 ml de nata 35% de materia grasa
100
g de azúcar
4
láminas de gelatina de las pequeñas (son como unos 7 g)
1
vaina de vainilla
1
lata de melocotones en almíbar
La
ralladura de la piel de 1 naranja
Preparación:
Comenzamos por poner la gelatina a remojar en agua fría. Por otra parte ponemos en un cazo la nata, el azúcar y la vaina de vainilla (que previamente abriremos para sacar todas las aromáticas semillas) y llevamos al fuego hasta que rompa el hervor. Retiramos e inmediatamente agregamos la gelatina, bien escurrida, removiendo hasta asegurarnos de que queda perfectamente disuelta. Colamos la preparación y la repartimos en los moldes que elijamos. A mí me gusta ponerla en moldes que resulten fáciles de desmoldar (como los de silicona), porque la gracia de la panna cotta es su textura, más suave aún que la de un flan, pero que permite desmoldar. Pero si no queréis arriesgaros, siempre podéis hacerla en unos moldes bonitos que podáis sacar a la mesa sin la dificultad de una rotura al desmoldar. En cualquiera de los dos casos, estas cantidades dan para unas 8 raciones y las hemos de dejar enfriar en la nevera un mínimo de 4 horas.
Comenzamos por poner la gelatina a remojar en agua fría. Por otra parte ponemos en un cazo la nata, el azúcar y la vaina de vainilla (que previamente abriremos para sacar todas las aromáticas semillas) y llevamos al fuego hasta que rompa el hervor. Retiramos e inmediatamente agregamos la gelatina, bien escurrida, removiendo hasta asegurarnos de que queda perfectamente disuelta. Colamos la preparación y la repartimos en los moldes que elijamos. A mí me gusta ponerla en moldes que resulten fáciles de desmoldar (como los de silicona), porque la gracia de la panna cotta es su textura, más suave aún que la de un flan, pero que permite desmoldar. Pero si no queréis arriesgaros, siempre podéis hacerla en unos moldes bonitos que podáis sacar a la mesa sin la dificultad de una rotura al desmoldar. En cualquiera de los dos casos, estas cantidades dan para unas 8 raciones y las hemos de dejar enfriar en la nevera un mínimo de 4 horas.
Por otra parte trituramos los melocotones con un poco de su almíbar (más o menos la mitad de lo que lleva la lata), agregamos la ralladura de naranja y llevamos a fuego suave hasta que reduzca lo suficiente como para obtener una textura similar a la de una mermelada y dejamos enfriar.
Servimos
la panna cotta junto con el puré de melocotones. Más fácil imposible, y es
deliciosa.
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